Si hay un desafío común al que se enfrentan los oficios dedicados a la salud y el bienestar humano, es a buscar soluciones cada vez más precisas y acertadas a las necesidades de los pacientes. Además de los tratamientos genéricos, que no pierden utilidad e importancia, las últimas décadas han probado el impacto que pueden llegar a tener los procedimientos especializados, partiendo de la condición singular del paciente para diseñar una solución que atienda directamente el problema y provea, si no una cura definitiva, una alternativa a mediano o largo plazo.
Los servicios odontológicos están bastante entrenados en la materia con la fabricación de piezas a la medida para responder a las demandas de cada paciente y brindarle una mejor calidad de vida. Dentro de este tipo de procedimientos se encuentran las incrustaciones dentales, que son, básicamente, restauraciones en forma de bloque que tienen como objetivo preservar la estructura del diente, sustituyendo el tejido que se ha perdido, bien sea por caries, desgaste o alguna fractura que no implique la utilización de una corona.
Las incrustaciones son hechas en un laboratorio dental, a partir de un modelo de trabajo de la boca del paciente, que especifica las medidas exactas que requiere la pieza y aunque es un tratamiento sencillo y conservador, para optar por su aplicación deben cumplirse una serie de condiciones.
Las incrustaciones dentales son las piezas indicadas para pacientes con un leve porcentaje de caries, que hayan tenido algún tipo de fractura pero que, a pesar de esto, presenten una dentadura de tamaño normal, con una capacidad de retención y soporte, y una longitud prudente de la corona. Un especialista es el que determina la pertinencia del procedimiento y, de ser el apropiado, este devolverá la calidad estética y funcionalidad a las piezas restauradas.
Hay dos tipos de incrustaciones dentales: inlay y onlay. Las primeras están destinadas a la reparación de los dientes que presentan daño en las superficies salientes superiores, o bien al reemplazo de empastes metálicos. Las segundas se utilizan para restaurar cavidades de mayor tamaño, abarcando los daños en una o más cúspides del diente.
Otra clasificación posible se hace con base en los materiales: cerómeros y cerámicos. Los cerómeros (o polímeros optimizados con carga cerámica) son materiales de reciente implementación, utilizados tanto en incrustaciones como en carillas, coronas y puentes. Su composición y apariencia dan un acabado estético al diente, al mismo tiempo que proporcionan estabilidad y precisión a la cavidad tratada. Además, permiten reparaciones en caso de fractura. Los cerámicos, por su parte, son materiales tradicionales en las restauraciones dentales, de gran calidad estética, brillo durable y con gran resistencia al desgaste o la abrasión.
En cuanto al procedimiento para llevar a cabo incrustaciones dentales, se tiene en cuenta el estado del diente y a partir de allí se determina el plan de trabajo. Generalmente, se toma la placa en la primera cita para elaborar la pieza a medida, se instala una incrustación provisional, y se programa un segundo encuentro con el especialista, en el que se cementa el diente y se procede a la ubicación del molde.
En conclusión, las incrustaciones dentales constituyen un procedimiento no invasivo que devuelve la funcionalidad a los dientes tratados, al mismo tiempo que conserva sus partes sanas con un color natural y un acabado estético y altamente resistente.
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